martes, 23 de septiembre de 2014

Maricón

Oigo como alguien pronuncia la palabra. Me asombra el tono de desprecio, tan denso y convencido. Me asombra aún más cuando veo quien la ha escupido. No tendrá más de 15 años. Por su aspecto y el de los que le acompañan parece el prototipo de niño bien, y es posible que lo sea, va camino de uno de los colegios más exclusivos del país.

El sonido que aún reverbera en mi cabeza tiene el  aroma del sectarismo, la intolerancia y el odio. Sin embargo, el gesto de esa cara y esa boca son suaves, pausados, aparentemente serenos. Le sale de modo natural. Ya le han educado así, y es probable que ese poso sea indeleble.

Miro al colegio, a las centenas de alumnos que se dirigen en grupos a la entrada, y no puedo dejar de pensar que casi todos ellos, si no todos, ya tienen esa semilla implantada en la cabeza. Otra generación más que no es libre, ni dejará ser libre a sus semejantes. Pues no es sólo lo de maricón. Están programándolos para no sólo rechazar, si no tambier combatir, todo lo que sea diferente o amenaze cierto status y cierta moral.

Y el problema es que son pocos los que se encuentran en esa esfera exclusiva. Sin embargo, la mayoría de esos pocos en un futuro tendrán parte del mando de esta nación. Su nación. Y cada vez parece menos posible evitar que ese futuro sea diferente, pues cada vez se aparta a más y más personas de una educación con la calidad necesaria.

Y sólo la verdadera educación hace personas libres. Tan libres como para poder decir maricón con una sonrisa en la boca, y que no pase nada. Eso sí, esta noche no juega Casillas. Que es lo que verdaderamente importa.

Son tiempos de intolerancia y de mentiras ocultas tras mensajes simples. Pero tan, tan peligrosos.

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