jueves, 8 de septiembre de 2022

La certeza que te hace sonreír

Es difícil de expresar con palabras. Bueno, no, es muy sencillo, la verdad. A la vez que es imposible explicárselo a quien jamás lo sintió. No es posible imaginarlo, pues es algo intangible. Cuando alguien cuenta lo que experimenta o siente, sólo quien también lo sintió es capaz de comprender.

Es un conjunto de paradojas. Puede parecer extraño, pues proporciona presencia, pero no implica que sea física. Un absurdo, sentir esa presencia sin que los sentidos entren en juego. Una palabra, una expresión, una indicación, es suficiente para provocar la sensación. Y entonces, todo el cuerpo sufre una metamorfosis, el control y la voluntad te abandonan y notas, sientes y sabes que has pasado a estar en mis manos. La excitación se dispara, la mente se entrega y la presencia se torna envolvente. 

Ahora es cuando la correspondencia lógica entre los estímulos y las sensaciones percibidas queda anulada. Los sentidos están alerta, ansiosos de reaccionar ante cualquier suceso, tangible o imaginado, sin que a veces puedas distinguir que es lo inducido y que es lo real. Claro que para tu mente, todo es real, y todo lo percibes, o lo crees percibir, a través de los cada uno de esos sentidos. 

Con todo, lo verdaderamente increíble es la respuesta que obtienes ante las sensaciones. Sabes que será la que yo quiera. Y nada te sorprende. Si acaso, esa predisposición a considerar que todo, sí, todo, es posible, es la mayor sorpresa. Ante el mismo estímulo obtienes respuestas antagónicas con la mayor naturalidad y sin ningún control por tu parte. 

Y eso, principalmente eso, es lo que te hace ser consciente de estar absolutamente sometida. Sin saber cómo llegaste hasta ahí. Pero con plena seguridad de saber que ese es tu destino. No es que sea lo que deseas, necesitas, anhelas o quieres. No. Sabes positivamente que has sido creada para responder así, con naturalidad, y con el convencimiento de que naciste para experimentar lo que estás viviendo. Así descubriste tu esencia, y así te dio la forma que posees ahora. 

Esa certeza es la que te hace sonreír. 

 

Y ahora, dime, ¿cómo se le explica eso a quién no lo puede ver? 

Quizá, sólo cuando al contarlo, sí, te vea sonreír.

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