viernes, 9 de septiembre de 2022

Sé que es difícil

 

No te resulta nada fácil, lo sé, sí. Para empezar, no te voy a proporcionar una imagen icónica, un fetiche físico visual tangible, una presencia que impacte a los sentidos que te sirva de enganche. Y es mejor así, pues cuando se tuviste ese agarre, tu expectativa se desvió del foco que tu esencia realmente reclama, y ya todo fue confusión.

No es fácil identificar en otro la fuente del propio deseo sin referencias tangibles. Menos aún sin los parámetros medibles que una forma definida, ya sea perceptible o deducida, proporciona para poder descansar sobre ella.

No, no es nada sencillo sentir que ante ti se abre un océano inmenso, una masa de agua informe y en eterno movimiento, que cambia de base y forma a cada segundo, como la fuente de aquel que va a permitir crear aquello que viniste a buscar. Sí, requiere valor sentir la llamada de algo que promete engullirte sin contemplaciones y arrastrarte a un lugar que intuyes que es el tuyo pero no tienes ni la menor idea de cómo será.

La llamada del riesgo absoluto, que te exige sumergirte sin condiciones. Es más, te ves obligada a confiar casi como un acto de fe en la invitación de esa extensión infinita, que te ofrece todas las respuestas sin que aún entiendas su lenguaje. Pero sabes que están ahí. Y miras, observas, piensas, intuyes, buscando el lugar por el cual comenzarás a entrar en el agua, y empezarás a sentir la cálida humedad que poco a poco acabe envolviéndote entera, en un proceso que no tendrá vuelta atrás.

No es nada fácil, no. Es más sencillo e inmediato meterse en la piscina del hotel. Aunque nunca llegues a tener el aroma de la sal sobre tu piel.

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