martes, 31 de diciembre de 2013

Viento del este, viento del oeste

A mediados de año no daba un penique por mi. Se habían sucedido meses de decepciones encadenadas, y simultáneas. Llegó un momento en el que tuve relativizar mucho más de que acostumbro, que de por sí es bastante. Y ni aún así me sentía capaz de ver la luz. Se aunaron en el daño la certeza de que desaparecían elementos que consideraba firmes y básicos, con una suerte de orgía deshonesta y un entorno general deprimente.

Decídi no aguantar el vendaval y dejarme llevar. Probablemente me hundiría de todas formas, pero al menos si retrasaba el acto aumentaban las posibilidades de evitarlo. En medio de tanta oscuridad, fueron apareciendo pequeñas luces, algunas efímeras y otras lejanas. Éstas me permitieron tomar conciencia de donde me hallaba, y de ese modo, buscar la manera de recuperar el mando.

Han pasado desde entonces semanas y meses, y he tomado algunas decisiones  y postergado otras. De entre todas esas luces, una ha ido incrementando su brillo de un modo al principio imperceptible, realimentando a su vez el mío, en una simbiosis tan placentera como inesperada. La intuición no me alcanzó en un principio para imaginar hasta que punto podía llegar, y aún hoy, sigo sin tener una noción clara de donde se hallan los veraderos límites a alcanzar.

No sólo ha contribuido a regenerarme, si no que me ha hecho mejor, y ha extendido esa benefactora influencia por terrenos insospechados. Nos encontramos en el momento adecuado. Y pese a algún altibajo, la realimentación sigue. Y seguirá.

El cambio de vientos nos acercó (ella se empeñó en venir, sería indecoroso atribuir el encuentro a la casualdiad), y pude ver que está hecha para mi. A medida, a la medida de la más íntimo de mi mente y ser.

Y de ese modo se me está dando.

Y yo disfruto tomándola. Entera y sin condiciones.

Hoy es una fecha que invita a recapitular. Hace un año preveía tiempos convulsos y carentes de sentido, y así se dio. Hoy la mayor parte de las circustancias permanecen igual o peor que entonces, algunas ya consumadas y otras próximas a hacerlo. Al menos, he aprendido a moverme en ellas. Y sé que en siempre hay alternativas. Siempre. Tan sólo hay que abrir la vista y la mente y verlas.

Y, por supuesto, con la certeza de ser el afortunado poseedor de algo que no sabía que pudiera existir.

El año que viene traerá otros vientos. Entonces veré.

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