miércoles, 23 de abril de 2014

Ya no

No, ya no. Ya no me duele. Y era una herencia que me molestaba especialmente. Las heridas dejan cicatrices, sin duda alguna. Unas que se ven y otras que no. Cuando la superficie se regenera por completo, parece que no ha ocurrido nada. Sin embargo, basta con pasar los dedos por encima para detectar el agrupamiento informe de tejido en el interior, los nudos rugosos que sólo se perciben al tacto.

A mi me quedaba una cicatriz odiosa. No podía escuchar a Bill Evans. Me producía un efecto devastador en el ánimo. Uno de mis preferidos, y me dolía. Sin embargo, esta primavera, parece que ya no. Quizá parte de la cura haya sido descubrir su concierto con Stan Getz. Una dualidad de nuevo curiosa. Cuando por otros motivos me duele escuchar ese saxo, la mezcla ha resultado catártica. Suave e inevitablemente catártica.

El caso es que de nuevo soy capaz de apreciar los matices, y verlos desde diferentes lugares. Ya no acaban arrastrándome sin que pueda evitarlo. Ya no.

Vuelvo a disfrutar plenamente. De Bill y Stan, por supuesto.

El resto, es otra historia.


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