Hoy se publicó algo que me hubiera gustado leer meses atrás.
Al hacerlo, no pude por menos que sentir satisfacción, y por otro lado, tristeza. Siento cada vez más desprecio por los eunucos mentales, y por aquellos aprovechados que no dudan en destrozar cualquier cosa para vender su libro.
Y siento un profundo desprecio por aquellos seres irritantes que lo único que sabe hacer bien es fastidiar a los demás, no importa como ni por qué. El fastidio por el fastidio.
Hoy se ha cerrado una tronera a un almogávar senil. Pero el precio ha sido tan alto que la amargura campea por encima de cualquier consideración.
Son seres prescindibles, no producen nada útil, y hacen peores a los demás. Y sólo dejan tierra quemada tras de sí. Según creo, hasta los mosquitos tienen una razón de ser. Pero nunca se la he encontrado.
Personalmente, los eliminaría a todos. Sin remisión.
¿Y quién cojones te elimina a ti? El más inútil de los insectos...
ResponderEliminarEntiendo a quién no se molesta en identificarse en un comentario elogioso. Es elegante. Del mismo modo que desprecio a quién se oculta para denigrar, denostar y menoscabar. Al menos, define la catadura moral del sujeto. En mi primera respuesta entré al trapo. Pero no merece la pena dejar que ensucien mi terreno. Eso sí, si persiste en los modos y maneras, tendré que aplicar también la censura. Cosa que, por supuesto, no me importa hacer.
Eliminar