viernes, 17 de octubre de 2014

Caballo viejo

Soy mayor, de eso no hay duda. Más o menos, desde el momento que alguien te pregunta por primera vez por la calle "¿Señor, tiene hora?". Ese tránsito al usted marca una frontera indeleble. Durante un tiempo se suceden los tú y los usted, hasta que finalmente prevalecen poco a poco los segundos.

Vamos, que me puedo mirar al espejo y pensar lo que quiera, en ese sentido eres a los ojos de los demás como te ven. Otra cosa es como seas capaz de sentirte por dentro. Y otra lo que seas capaz de transmitir.

Pero la biología, salvo casos excepcionales, no engaña. Y es absurdo ir contra ella.

Hoy escuchaba una hermosa canción (aunque tan injustamente tratada en decenas de infames versiones), que habla de un caballo viejo y como le cambia el ritmo en los momentos que visita a su potra alazana.

Creo que me encuentro en ese momento en el que ya sí que alguno de los trenes que pasan de largo son efectivamente los últimos. Es posible que eso me haga más intolerante con ciertos actos y disposiciones. Es la sensación de gastar cartuchos con quien no sabe siquiera lo que está pasando.

Algo así dice una de las estrofas de esa canción

"El potro da tiempo al tiempo
porque le sobra la edad
caballo viejo no puede
perder la flor que le dan
porque después de esta vida
no hay otra oportunidad"


O como resumía acertadamente otra canción "A ti te sobra el tiempo y a mi me está faltando una vida"

De nuevo, no me juzguen severamente.

 

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