Plástico plástico. Y pinzas. Y cera.
También las cuerdas. Y la aquella cadena. Los azotes, por supuesto. Y la lencería a juego. La cama con dosel, más cuerdas. Aquella fusta, hoy guardada. El collar rojo. Las tardes, aquellas tardes, todas y cada una la primera en algo.
El pelo, las marcas. Y el cuerpo encerrado tras decenas de vueltas de aquel rollo de plástico. Los ojos, siempre curiosos, siempre confiados. Y la sorpresa de cada día.
Aunque pasaran meses entre cita y cita, la sensación de continuidad, del "decíamos ayer". Nadie necesitaba a nadie. Y al final, va a resultar inolvidable.
Hay que ver lo que me trajo a la mente la visión de un cuerpo enfundado en plástico.
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