lunes, 4 de mayo de 2015

Confusiones públicas

No sé muy bien como abordar la cuestión. Me ocurre cuando detecto un estado de conciencia general sobre algún asunto que me repele profundamente. O me enfada de un modo extremo. Siempre me ha molestado expresamente el modo que algunos elementos populistas (triviales, manipuladores, coleguitas, pretendidamente asamblearios) tienen de emitir juicios públicos y tergiversar  sobre actos y disposiciones que son de orden estrictamente personal.

Porque hay que ser muy trivial, muy manipulador y muy ruin (me niego a tachar de inculto o incapaz a quien con tanta habilidad maneja estas situaciones) para equiparar normas de conducta sociales con las propias individuales y hacer defensa de ello. Por supuesto, el individuo, si acepta vivir en un determinado entorno social, debe acatar las reglas que por consenso (dejémoslo ahí) se definen entre la mayoría de los que lo conforman. Sin embargo, eso no implica que ese mismo orden deba regir en los propios actos particulares de cada persona. Siempre y cuando su comportamiento no entre en colisión esas reglas comunes, puede hacer lo que le de la gana. Claro que definir esa colisión a veces es complicado.

Por poner un ejemplo, no está permitido pegar a alguien. Y si ese alguien te denuncia por agresión (u otro alguien que lo vea) y prospera la denuncia, puedes ser procesado. Juzgado incluso. Y según se de, hasta condenado.

Por lo tanto, si azoto a otra persona hasta que la levante la piel, puede denunciarme, y puedo ser juzgado. Sin embargo, algunas personas pensamos que es lícito, si hay acuerdo entre las partes, el que otra pueda ser azotada, y además, lo consideremos algo normal. E incluso saludable y hasta placentero. En tanto es algo que se produce de común acuerdo entre dos seres con suficiente capacidad de raciocinio, conocimiento de lo que acomete y sus consecuencias y un mínimo sentido común, es absolutamente lícito. Por supuesto, habrá quien piense que es una barbaridad, una indecencia, una inmoralidad y cosas mucho peores. Pero a esos, nadie les invita a la fiesta. Ni se les permite juzgar, ni opinar, pues sencillamente, no es asunto suyo. No lo es en tanto en cuanto no entre en colisión con esas normas de convivencia que aceptamos.

Siguiendo con el ejemplo, si ese mismo acto lo acometemos quienes estamos de acuerdo en ello a la vista de terceros que no lo comparten, deja de ser legítimo. Por mucho que nos pese. Estamos involucrando, en contra de su voluntad, a un tercero. Ni siquiera hablo de daño, tan sólo de rechazo. Y es que una cosa es en lo que dos estamos de acuerdo, y otra que alguien más pueda aceptarlo como nosotros. Pero del mismo modo que no espero que lo acepte (ni siquiera que lo entienda) no le permito que lo juzgue, ni que lo valore. Y menos, públicamente, dando lecciones de….¿de qué?

Es cierto que hay muchos matices en los caracteres y la moral de las personas. Pero que ese tipo de juicios a actitudes personales se puedan verter en una página de contactos BDSM, supuesto punto de encuentro de privados transgresores de las más elementales normas de convivencia es algo que, definitivamente, es superior a mis fuerzas.

Pero debe ser el signo de los tiempos.

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