lunes, 4 de mayo de 2015

De amores antiguos

Es curioso que las viejas imágenes sigan siendo aún las más vivas. Las que más transmiten. A pesar del tiempo, resultan tan naturales y frescas como si hubiera ocurrido ayer. Quizá se deba a que son intemporales. O mejor dicho, a que lo que captaron sea la esencia del deseo perverso, y ese es absolutamente eterno.

Pasan los días, las pieles, los aromas, otros deseos, pero nada consigue borrar el sabor de un gesto, el ardor de una mirada, la figura de un sueño, el desorden del pelo revuelto, la naturalidad del alma abierta o el color de su aliento.

Antiguo y a la vez tan cerca. Y sin embargo, tan lejos.

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