sábado, 26 de septiembre de 2015

13.200 pesetas

Se nota a que van. Claro, a esas horas, y con ese brillo en los ojos. O tienen muchas ganas de descansar, o todo lo contrario. El recepcionista está avezado en los detalles del turno de noche. Es correcto, firme y acogedor. No tiene prisa, no demanda, no exige y no trata de vender nada. Es naturalmente consciente de su función, tanto para el negocio como para sus clientes, y ofrece el mejor servicio. Sí, la ley obliga a pedir la documentación, y el sentido común dispone que no se haga.

Él pregunta cuánto es;

"Trece mil doscientas pesetas, señor"

No le sorprende la cantidad, aunque tiene que rebuscar para pagarlo. Entonces las tarjetas de crédito eran un asunto casi de snob, dirigidas al segmento de alto poder adquisitivo, y también a proporcionar cierto status a las empresas. Sí, la banca era otra en aquellos tiempos, y el crédito era una facilidad, no una trampa.

Paga, y se despiden, dándose mutuamente la buenas noches.

Recuerdo la última vez ante un mostrador. La cantidad es menor, en establecimientos equivalentes, del orden de 50 euros. Siguen pidiendo el carnet, aunque ahora hay que tener cuidado para que no te manden publicidad a casa o te llegue una felicitación por Navidad de un hotel que no tiene mucha explicación. Aunque te brillen los ojos al llegar.

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