La trascendencia parece ser un requisito ineludible. Lo recuerdo
bien, en mis primeras aproximaciones, el halo a fundamental que
pretendía envolver toda conversación medianamente seria.
Y a mí el cuerpo me pedía otra cosa. Sobre todo, naturalidad.
Afortunadamente, no tardé en dar con alguien que me mostró un enfoque
lúdico, elegante, placentero, exclusivo, con estilo. Sí, era así, nada
que ver con el dogamtismo, cierto aroma a cutrez mediocre, la
exclusividad excluyente o el tufo sentimentaloide de los ociosos
cibernéticos.
La levedad de la fluidez natural frente a la pesadez de la mediocridad impostada.
Pero en ese otro mi extremo....hay tan pocos.
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