viernes, 8 de abril de 2022

Día de rojos

No, no se trata de un capítulo de El mentalista. Tampoco de una reunión de antiguos camaradas, ni de heridas abiertas. No, nada de todo eso.

Fue un día en el que ante mis ojos desfilaron, en una apreciable y casual secuencia (o no, quizá estaba predispuesto a captarlo y mi causalidad derivó en aparente casualidad), un conjunto de imágenes cargadas de ese rojo que remite a una excitante pasión, estimulante de ánimo marcadamente lascivo. No de esos rojos bastardos que parecen querer picotear selectivamente en toda la amplitud del espectro cromático, haciendo mezclas imposibles y obteniendo tonalidades que acaban por asemejárseme a las bolas de plastelina mezclada.

Rojos con predominancia pura, intensa, con esa explicitud plena en la intención que va cargada de guiños y sugerencias, sin dejar que ningún otro tono predomine, y ni siquiera se insinúe subrepticiamente, sin dar lugar a que otra longitud de onda pueda interferir, o peor aún, trate de imponerse usando un tono que no le pertenece.

Ese rojo que es de todos, que cualquiera reconoce su llamada y responde en consecuencia, que lanza su mensaje de intensidad abrasadora, de pálpito carnal y mente psicalíptica, inevitable invitación a centrarse en el sexo en cualquiera de sus formas. En la forma que la mente e inclinación primaria de cada uno concibe la excitación y queda predispuesto al observarlo.

Ese rojo que nos remite a ello sin medias tintas, del mismo modo que el verde lo hace a la espesura del monte o la amplitud de praderas y dehesas, el azul a la liquidez del mar o la amplitud del cielo, el naranja al sol, el morado a la Semana Santa y el arcoíris a la lluvia. Ese rojo que al contrario que los anteriores, que mudan de símbolo al que representar, permanece intacto en su remisión a la sangre y su pálpito caliente y vital.

Un rojo primordial. ¿Qué tendrá el rojo? Yo lo sé, sin duda. Me encantan estos días de rojos. Claro que sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario