lunes, 4 de abril de 2022

Es peligroso asomarse al exterior.

 Es verdad. Por eso ya no se pueden abrir las ventanas en los autocares ni los trenes. En realidad, no es más peligroso que antaño, pero ahora se evalúan tanto los riesgos que actos que eran cotidianos o de lo más corriente han dejado de ser posibles. 

Hay una tendencia a adaptarlo todo, absolutamente todo, al paso del más lento. Incluso aunque el premioso no pueda andar. En tiempos de exacerbar la individualidad como rasgo de distinción se favorece el comportamiento gregario. Y casi nadie protesta. Porque el que lo hace será tachado de insolidario, excluyente, sectario o fascista. Curioso esto último, cuando el fascismo precisamente lo que persigue es el comportamiento uniforme y aborregado de la masa. 

No importa, tarde o temprano el péndulo irá al otro lado. Pero mientras, a mí nadie me devuelven los años que pasan envuelto en este magma gris y asqueroso. Aunque lo borregos vayan disfrados de colores. 

Me hago mayor, sin duda.

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