domingo, 26 de noviembre de 2023

¿Puedo pedirle algo?

Es magnífico. Por forma, amplitud, simetría, tono, consistencia.....la voluptuosidad encarnada, trascendiendo incluso el fetiche. Y sensible. Extremadamente sensible.

Ya el obligado instante de tomar la cuerda y hacerla deslizar entre los dedos en toda su longitud, tomando los cabos, se convierte anticipadamente en un acto placentero. El tacto, el olor, el suave sonido del trenzado entre las yemas sensibles son preludio de incitante momento que va tomando forma.

Tras inclinarse ligeramente hacia adelante, sopeso tan divina plenitud, provocando al instante la atención de los pezones, y el no menos delicioso estímulo de las aureolas, que adquieren esa rugosidad propia de los momentos de alta excitación. Las recorro lentamente, con la cuerda ya en la mano, aumentando la dureza, el relieve, la tensión, dejándolas listas para proceder.

Procedo, sin prisa, dejando fluir la cuerda entre los dedos, acomodando la carne plena y palpitante con el dorso de la mano, de ese modo que no por conocido deja de ser único en cada ocasión, y más cuando, como es el caso, se trata de su primera vez.

Los suspiros de excitación y temor se mezclan conforme aumento la tensión hasta el límite justo que es capaz de asimilar (pues, aunque aún no lo sabe, pero pronto lo hará, puede soportar más, mucho más). Nota como la presión es constante y siento como el temor desaparece para dar paso a la intensidad, el deseo sensible, el placer de romper una barrera y dejarse llevar.

Cuando se encuentran los cabos de la cuerda y el nudo que los une da el último toque a la fijación, hace tiempo que sus ojos miran sin ver. Pero lo dicen todo al notar el peso suspendido, flotante, turgente, descansar pulsante sobre mis manos, que acarician con suavidad la redonda calidez que comienza a tomar un tono violáceo, testigo de una intensidad que no para de crecer.

Bastantes minutos después, mientras recorre con un gesto entre malicioso y divertido las marcas del trenzado sobre la base de tan magnífico pecho, me hace la pregunta:

"¿Puedo pedirle algo?"

No es difícil adivinar qué va a ser.

 

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