miércoles, 9 de enero de 2013

El roble y el sauce

En una tarde desapacible, cálida puertas adentro, fría en el interior, propia para revisar esencias y recuerdos, un par de viejas fotos coincidieron por casualidad, mostrándome nítidamente dos de las ramas que me alumbran.

Me envolvieron con fuerza, cada una aflorando los detalles de su estilo.

Una de estampa recia, fuerte, poderosa, callada, austera, protectora.
La otra recogida, débil, egoista, tibia, indulgente.

Las dos, a su manera, interiores y fuera de toda norma.

Ambas definidas, inconfundibles, exhibicionistas y discretas, complementarias y opuestas.

Siempre estuvieron bien juntas aunque sin complicidad, nunca se mezclaron, pues intimamente no se comprendían, y mientras una disfrutaba de su recorrido por la vida, la otra parecía estar siempre lamentando lo que no llegó a ocurrir. Quizá la diferencia estaba en que una hubo de tomar muy muy pronto en sus manos la llave de su propio destino, y la otra jamás supo como hacerlo.

Las imágenes, suerte de epílogo, mostraban con delineada claridad ambas actitudes, que se mantuvieron así hasta que exhalaron el último suspiro.

Me pusieron esas dos estampas ante mis ojos los rasgos esenciales de mi carácter, toda la dualidad que subyace, impasiblemente definida y antitética

De fondo, la música sonaba así,


y a la vez así


cada una es como es, entremezclando registros, aunque a veces los polos opuestos no se atraigan

Aún, no se si siempre, así, balanceando entre los dos extremos, entre las dos ramas, entre los dos árboles, tan parecidos y tan distantes.




Aún así...


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