sábado, 15 de junio de 2013

Riesgos

"El portero, si domina la confianza, es capaz de sentir cosas que desde fuera da miedo, es como el paracaidista o el que hace puenting. Los ves y dices: “Están chalados”. Pero no, viven el riesgo con naturalidad."

Esta era la tercera pata que me faltaba. Tiempo atras, estimulado por otras dos frases, una curiosamente también extraida del ámbito deportivo, hice una pequeña reflexión sobre mi actitud ante los riesgos, a más concretamente, mi percepeción de lo que puede resultar un riesgo, y el balance que hago con otros elementos que puedan tomar parte de una decisión entrada Dos frases, de febrero de 2012).

Las otras frases eran:

"Cuando mis deseos son mayores que mi conciencia de riesgo, me lanzo"

y

"El futbol tiene un elevado componente adictivo porque se sostiene sobre los extresmos"

Dejando aparte que el concepto de riesgo es relativo en un juego vitalmente intrascendente como pueda ser el futbol (intrascendente pues vitalmente no aporta nada más allá de las emociones del momento, incluidos a los participantes, no importa si es la final del mundial o un partido de barrio. No es una cuestión de vida o muerte, o de principios esenciales, aunque a veces lo parezca. Por lo tanto el riego objetivamente es nimio y limitado, salvo que uno decida apostar elementos ajenos sobre la suerte de un resultado. Pero eso pasa en cualquier otro orden de la vida. Dicho lo cual, sin embargo, a veces parece una gran metáfora de la vida, y quizá en eso reside su atractivo) 

Pues bien, relativizado el riesgo del modelo, no obstante, sirve como espejo de observación de riesgos dentro del micromundo que desempeña. Y esa tercera pata, la de asumir el riesgo con naturalidad, es el punto que echaba instintivamente enfalta  mi análisis anterior. Es esa la clave, el domino de la confianza. El ver y percibir a través de esa confianza, y sentir de un modo que desde fuera parece extraño, pues prevalece el sentimiento de riesgo. Es algo similar a la sensación que me trasmiten la narración de alguos diestros de sus faenas, sobre todo de aquellas consideradas antológicas. Y lo que trasmiten es el campo de sensaciones que se reciben más allá de la superación del miedo. Y por ende, de la recolocación de los riesgos. Están literalmente en otra dimensión, sostenidos por su confianza, y por la asunción natural de lo que en ese momento acometen. En esos momentos, el riesgo no es morir (que permanece, naturalmente como siempre ante un toro) sino el no obrar como sienten y saben que deben hacerlo. Como sólo ellos lo sienten y saben. Y a tanto llega el embrujo que son capaces de someter la fuerza bruta e irracional de una fiera sin aparente esfuerzo.

Es curioso que siempre salen juntas confianza, dominio, riesgo, conocimiento, percepción y naturalidad. Y locura, sobre todo para aquellos que jamás entenderán.

Cuando me dicen "Aspirantes hay muchos, pero los buenos están todos cogidos. ¡Qué poquitos hay!" miro atrás y observo. Y sí, grandes, grandes, toreros y porteros, hay pocos. 

Hay que disfrutarlos mientras se pueda.

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