lunes, 10 de febrero de 2014

Déjate enseñar

Las palabras retumban en su cabeza, como un mantra primordial. Una sentencia que oyó antes casi de tener uso de razón. Le acompaña durante toda su vida, aún ahora, y casi con más fuerza que nunca, pese a que quien tantas veces y con tanto cariño se lo dijo ya no está. Bueno, siempre está, la lleva muy dentro, metida en la piel, en lo más hondo de las entrañas. El tono didáctico, falsamente duro, suavemente firme, conminatorio pero a la vez lleno de cariño y cierto orgullo y pleno de paciencia. Que ese carácter tuviera esa infinita paciencia es algo que también caló imperceptiblemente y conformó sutilmente el propio, gota a gota, modelando sabiamente un espíritu que esa mujer conocía muy bien. Tal vez porque en ese niño rebelde y autosuficiente había parte de ella, y también parte de aquel otro espíritu casi indomable a quien tan bien había aprendido a llevar durante tantos años.

"Déjate enseñar", que antítesis paradójica (ahora que le gusta jugar con las palabras lo sabe), tan poderosa y a la vez tan suave. No necesitaba oír otra cosa para saber que llegaba el momento de abrir bien los ojos, los oidos, cerrar la boca y empaparse de lo todo lo que venía a continuación. Casi siempre, a esas dos palabras seguía una breve explicación cerrada con una frase definitiva, que quedaba indeleblemente grabada. Y dicen que la muerte se lleva a las personas. Sólo a algunas, a aquellas nacidas para no dejar huella. Otras sin embargo permanecen para siempre, eternamente.

Ahora ya no escucha esas dos palabras, salvo cuando él las dice, transmitiendo un legado de cuna, de pertenencia, de tribu. Siguiendo el mismo ritual, aunque no será igual hasta que se de la situación que tan bien conoce, y casi constituye un motivo para seguir, día a día adelante. Vivir ese situación, en un futuro aún lejano, incierto, da un sentido y casi un cierre a toda una existencia.

En el calor de una noche fría, una frase sincera le recorre por el interior, como una caricia refrescante y un alivio para la tensión que aún le invade. "Si te dejaras llevar....."

Reconoce la intención y el bagaje que se situa detrás de ese condicional. Ha estado oyendo (o viendo en las miradas) toda su vida condicionales, en todos los ámbitos y lugares. Ha aprendido a vivir con esa sensación rodeándole, a veces casi echándole en cara que no sea lo que podría ser. Pero los condicionales quedan para los indecisos, los que desean nadar y guardar la ropa, los que se aterran ante cualquier decisión, los que lamentan lo que dejan en lugar de afrontar lo que toman.

Nunca oyó un condicional tras el "Déjate enseñar". Quizá eso forjó en su carácter la ausencia de temor a decidir. Siempre tuvo claro que es mejor tomar la decisión a tiempo, y una innata capacidad para intuir los momentos hizo el resto. Por supuesto, se equivocó, probablemente casi siempre, pero la esencia de decidir es seguir adelante con lo que se escoge. Vivir lo que se elige, y no lo que se podría haber elegido.

Por eso, con el cuérpo aún trémulo y la mente volviendo del lugar donde había estado, sonrió hacia sus adentros ante ese "si" que expresa un deseo que no se cumplirá.

Por que no es lo mismo dejarse llevar que dejarse enseñar. Ni poniendo toda la voluntad y paciencia del mundo en ello.

3 comentarios:

  1. Contrapunto: Un ser estático... eso era ella. Hasta que Él tocó una a una todas sus cuerdas y la convirtió en ... NADA.

    ResponderEliminar