lunes, 17 de diciembre de 2012

dos cariños

Sentado en el tren, en una bancada amplia, llegamos a una estación donde sube mucha gente. Por mi izquierda aparece un padre con su hija, pequeña, de unos 4 años, quizá más. Es muy menuda. Ocupan los dos asientos que hay a ese lado. Por mi derecha, tras la avalancha de los que atropellan a cualquiera por una silla, sube una pareja, de mediana edad, tirando a avanzada. Puede que anden ambos por los 55. Pulcramente vestidos, con cierto tufillo rancio y conservador. Ella toma el asiento libre a mi lado. Al hacerlo, se cruzan nuestras miradas, y me sorprende ver cierto temor en la suya. Se da cuenta de que me doy cuenta. El se pone de pie ante ella, a visto nuestro diálogo, pero no manifiesta emoción alguna. Aparto la mirada y sigo escuchando la música sin fijarme en nada cuando escucho un "no me dejes sola". Viene de mi derecha. Me sorprende. Vuelvo a mirar y observo como él le da la mano, con una extraña mezcla de cotidianeidad y cariño, al tiempo que en ella desaparece el temor mientras se aferra con suavidad a la ofrecida cuna. Inician una conversación casual, aunque en cierto modo cálida. A mi izquierda, mientras tanto, la niña se ha recostado sobre el regazo de su padre y está íntimanente rendida y protegida. También noto la calidez que la envuelve, y la naturalidad de la escena. En el coche, mientras, se oyen las voces de los habituales pelmazos con móvil que gritan como si la conversación que tienen careciera de valor si todo el mundo no oye sus estupideces, las miradas furtivas que huyen al encontrar otros ojos, todo ello tan ajeno a los dos mundos que tengo a cada lado.

Llegados al destino, padre y niña se preparan para apearse. Perezosamente se levanta de su confortable cueva, sin ninguna gana, estaba tan a gusto... y ambos se encaminan a la puerta. La pareja de la derecha ocupa rápidamente los asientos libres, aún cogidos de la mano. Arrancamos de nuevo, pero el calor de ambas escenas queda atrás. Las manos antes unidas ahora tiene un teléfono cada una. Oigo hablar de whatsup, contactos, mensajes.....y cada uno se enfrasca en su universo virtual. O quizá no tanto, quizá lo virtual fue la breve escena de los dos cariños aislados. Y lo real es lo otro. Lo que no tiene piel.

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