viernes, 21 de diciembre de 2012

un paseo vespertino

Es un día diferente. El último de muchos iguales en una buena temporada. La rutina matinal fue la propia, aunque hoy las caras fueron alegres y sonrientes, a pesar del cansacio acumulado. Prevalecía la emoción de lo que viene sobre la pesadez que se queda momentáneamente atrás.

La primera parada no trajo sobresaltos, envuelta en el parloteo incansable que me rodeaba. Aunque ya iba ensimismado, o absorto, casi ausente. Tras una pequeña conversación decepcionante, sigo mi camino solo.

El día es todo para mi. No tendré mucho trabajo, ni nada exigente que acometer. Pero sigo ausente. No tengo explicación, ni tampoco me extraña.

La mañana pasa como un autómata. Una conversación estimulante me refresca una propuesta del día anterior. Sí, quizá sea el germen de algo interesante.

Dan las dos, y ya no tengo nada que hacer. Me apetece un aperitivo, pero el día no es el más adecuado. Las opciones que me quedan implican ver a gente que no quiero tener delante, y no, para nada. Otra conversación decepcionante, ya van dos. ¿será que escojo mal los interlocutores hoy? Puede ser. Ya totalmente mío.

Anduve por medio Madrid, realizando algún encargo, no pudiendo cumplir algún capricho, aunque quizá ya no tenga ocasión de ponerlo en práctica. Frío, gente, sol de invierno, escaparates, aroma de despedidas por unos días.

Llego a casa, preparo el equipaje; mañana salgo muy temprano. Hay un estimulo para la vuelta, aunque ya sé también que no será. En fin, disfrutaré lo que venga y ya está.

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