viernes, 22 de febrero de 2013

Zíngaro (tiempo después)

Los sonidos cotidianos, regulares, comienzan a sacarme de la calidez del sueño. No deseo levantarme, pero he de hacerlo. Perezosamente, saco un pie, luego el otro, y me siento al borde de la cama. Lentitud pesada, todo un esfuerzo en esta mañana.

Me pongo manos a la obra, como un autómata. La primera sonrisa aparece también en el momento acostumbrado. Una costumbre revitalizadora, especial; la repetición diaria de ese pequeño rito no cansa ni aburre por rutinario, antes bien, es normalmente el primer momento agradable del día. Y disfrutar de ese momento a diario es un placer delicioso.

Hoy además, al preguntarle por que traía esa sonrisa tan hermosa, me mira y dice casi pícaramente "Es que hoy es viernes".

Así que sí, hoy es viernes. Con el ánimo más vivo, y más espabilado, me meto en la ducha. Siento como el agua tibia, con un punto de frescor, despierta mi cuerpo. La piel aparece sensible, y en sintonía, mi mente se va unos días atrás, a la tarde del martes. Sin cerrar los ojos veo unas manos sujetas a una cadena que rodea la cintura, el cuerpo inclinado sobre la cama, a cuatro patas, ofrecido. Veo mi cuerpo, acercandose, entrando, saliendo, en un juego de tortura y placer. Y entre el sonido del agua golpeando sobre mi cabeza se cuelan los suspiros, las súplicas, al ritmo alternativo de la presencia y la ausencia, del estímulo y la falta de él, que durante una hora larga ha creado un ansia que así, inmovilizada y expuesta, no puede por si misma aplacar.

Deseo, frustración, más deseo, placer, negación, demanda.....sus caderas buscan un movimiento que no se produce, aumenta la tensión...una mano se libera, más, más...y mientras, resbala el agua, y multiplica las sensaciones del momento.

Voy camino del bar donde desayuno. Miro al cielo, nuboso, muy cubierto, donde se abre una ventana para dejar pasar unos rayos de sol. El día es frío, y me siento bien. Tan bien que me entra una tentación inmensa de romper la programación prevista y perderme en cualquier sitio. Soy capaz de cualquier cosa, y no quiero malgastar esa energía en la oficina. No, no me pagan por eso. No hay sueldo que pueda pagar ese estado especial. Pues hoy, a pesar de todo, estoy zíngaro.....y lo voy a disfrutar.


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