domingo, 5 de mayo de 2013

El sillón - Abandonamiento 1

Se iluminó la lucecita verde. El saludo vino enseguida. El interés mutuo de los dos está muy definido, así que enseguida nos centramos sobre el tema que nos atrae. La sensación del juego virtual, casi perdida, ha reaparecido con fuerza. Una especia de terapia metadónica, que por el momento cumple su función.

Se trata de rellenar espacios, y no pensar. Si encima recupero sensaciones, mejor.

Está sentada sobre el sillón. Mallas, camiseta y ropa interior. Sé que está excitada. La luz verde sobre ese nombre tiene la virtud de ponerla así. Curiosos los caminos (¿o las máscaras?) del deseo.

Me cuesta arrancar, pero me decido. Dejo trabajar a la intuición, y asombrosamente (a tal punto he llegado que así me lo parece, asombroso) funciona.

Percibo la excitación, lo nervios, la sorpresa y la inequívoca voluntad de jugar. Siento que siente que tiene por fin ante sí la posibilidad de realizar esas fantasías que pueblan su mente, y ahora no se va a ir atrás. Y además, ¡que coño!, le gusta.

Se baja las mallas hasta los muslos sin necesidad de insistir. Disfruta obedeciendo. Sí, está mojada. No húmeda, mojada. Y se siente extrañamente segura y confortable. De nuevo esas sensaciones casi olvidadas. Me resulta sencillo. Con su voluntad y deseo, es sencillo. Y lo siente fluido, fácil, conmigo.

Ya ha manchado el sillón, y es momento de que conozca el brillo que sé que tiene en los ojos. Lo comprueba, y efectivamente, está radiante.

Le cuesta decir la palabra que le vino a la mente al verse. Pero lo hace. Y eso aumenta su excitación, todavía más. Tanto como para arrodillarse y limpiar el sillón.

Sí, definitivamente, hay elementos comunes redundantes en determinadas pasiones.

Abro un ojo, y respiro profundo. ¿ha sido real o es un deseo? ¿o un sueño a efectos de la novela que estoy acabando?

No lo sé. Quizá sea tan sólo el aniversario de un deja vú cíclico.

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