lunes, 2 de septiembre de 2013

Un divertido trío nocturno

El trío es una fantasía recurrente en muchas personas. Supongo que si se hace una clasificación, será la primera o de las primeras que aparezcan. Luego, y siempre según mi experiencia, la materialización de una fantasía se parece muy poco a lo que se pueda imaginar. Normalmente para mejor. Y en ocasiones no tiene nada que ver, pero resulta altamente satisfactoria, como es el caso.

Nos unimos, obviamente, tres personas, con ganas de jugar. Con la diferencia de que dos fuimos conscientes del juego desde el primer momento, y una no. Ese fue el elemento de perversidad que dio carta de naturaleza (¡y cuanta!) a la vez que punto de partida a la situación. El "crimen" se concibió improvisadamente (que gusto poder hacerlo así) y comenzó a perpetrarse indudablemente con nocturnidad, y pleno de maliciosa alevosía.

En principio comenzamos dos a dos. Yo era el nexo de unión de situaciones paralelas, y puse en conocimiento de una de las partes lo que ocurría con la otra. Enseguida obtuve un visto bueno implícito a lo que se desarrollaba en forma de complicidad perversa. No hizo falta decir nada. Tan sólo argumentar ("cuando se entere espero que se lo tome a bien", "sí, seguro que se va a estar riendo dos días", "a lo mejor no nos vuelve a hablar") para dar con el tono que hiciera de ello algo divertido e inolvidable. El anzuelo era evidente, una "curiosidad que me mata". Y es que no hay nada como la curiosidad para atraer a una presa.

Y claro, picó. Y como lo hizo. Me costó trabajo no precipitarme, viendo como mordía el anzuelo, a la vez que mi socia en el crimen hacía su parte, dando el balance a lo que yo iba estimulando. Tres conversaciones cruzadas, confidencias entrelazadas y un deseo. Un juego de máscaras marcadas, lío que sube y baja, que se enreda y desenreda, de pinchazos a mala idea pero sin maldad (o la justa, que para eso somos quienes somos), y al menos, muchas risas entre mi socia y yo.

Hubo dos o tres momentos en los que casi descubre la trama, y cuando ya las preguntas iban con bala e intención, decidimos resolver el embrollo.

Shhhhhhhhhhh...... sí, contabamos con que la sorpresa barrería todo poso de disconformidad que pudiera dejar la actuación. Y así fue.

Al final, las risas (y las puyas, y los pinchazos, y el ya verás, y....) fueron a tres. Y todo quedó en casa. Pero cuidado, shhhhhh, que no se entere nadie. Hemos evitado una defunción por curiosidad. Valía la pena el juego ¿verdad?. Aunque no nos lo perdone "jamás"


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