miércoles, 7 de agosto de 2013

C - nuevo deja vú adolescente

C es un patán. Con todas las letras. Los sucesos de lo últimos días me lo han traido a la mente. Ahora que se de quien se trata y por donde anda, por ubicación geográfica he llegado a pensar que pudiera ser él; los modos y las formas son tan asombrosamente similares. Pero no, por edad no lo es.

La verdad es que tenía cierto atractivo. De encantador de serpientes, cierto, pero no dejaba indiferente. La realidad es que se trata de un enfermo. Lo supe desde que lo conocí, de niños en el colegio. Su mirar oblicuo non engaña. Un tipo relativamente popular por su carácter particular, pero sin amigos. No tenía la consideración del tonto, porque no lo es (aunque tampoco es listo), pero constaba como alguien de no fiar. Una percepción muy ajustada.

Era bravucón, abusón, falso, amoral y cobarde. Sin duda alguna. Tuve varios enfrentamientos con él, básicamente por su trato prepotente. Interpretaba la absoluta indiferencia que le tenía como una debilidad y trataba de divertirse con ella. Todo acabó el día que le dije que le iba partir la cabeza y lo cite en el parque. Muy gallito, me dijo que fueramos ya, y emprendimos la bajada al lugar escogido. Hablaba sin parar durante todo el recorrido, mientras yo callaba. El tío era bastante más fuerte que yo, y de haber llegado a pegarnos probablemente me habría dado una buena tunda. Pero hacia la mitad del camino, ya noté que iba cagado. A mi no me agradaba la situación, pero ni le miraba. Y en un momento dado se paró, se disculpó y prometió no volver a molestarme. Sin decirle nada. Disfruté con el temblor de su voz, lo reconozco, a la vez que me alivió no tener que pasar a mayores.

El último encontronazo fue años después, a causa de una chica. Ya faltaba poco para que el grupo de amigos que teníamos se desintegrara (Universidad, caminos separados, pero sobre todo, los manejos de este impresentable que hacía enfrentarse a unos con otros). Sabía que me esperaba para pasar factura de la humillación de aquella excursión fallida al parque, y esa fue la ocasión. Ella era muy mona, una modelo super atractiva y guapísima, amiga de su hermana. A ambos nos gustaba (y otros muchos, claro). Sin embargo, había una diferencia fundamental. El ya tenía 18 y coche, y yo no. Y a la chica le gustaba que la sacaran de paseo por ahí, y no en metro precisamente. Así que.....se quedo a la chica. Me jodió, naturalmente, a pesar de que sabía que no tenía muchas opciones. Lo triste fue que por obcecarme con aquel asunto dejé pasar a otra de las amigas de ella, tambien modelo, super atractiva (aunque no guapa) y con un cuerpo de infarto, y a la que indudablemente yo le gustaba mucho. Claro que por aquel entonces, decir que era un pardillo es poco. Y en vez de aprovechar lo que la situación me brindaba, pues opté por la peor opción. Pero de todo se aprende algo.

Pocas semanas después seguimos caminos separados. Y tras ir cada uno por su lado, el patán estrelló con el coche a los amigos que se quedaron con él y a la chica. A algunos les jodió la vida (el guapo del grupo acabó con la cara llena de cicatrices, a otro le duele un brazo de por vida, a la chica le pasó algo porque desaparació pero no trascendió y nunca volví a saber de ella. Hoy no recuerdo ni su nombre. Supongo que se dio cuenta de que sin coche sólo le quedaba un patán peligroso....y eso ya no es atractivo. A él, aparte de un ojo morado y contusiones varias, no le pasó nada)

Yo ya había empezado la carrera y durante un tiempo tuve que dedicar todos mis esfuerzos a que no pudiera conmigo. Cuando volví a respirar, coincidí con la otra chica un par de veces. Ya no iba sola, y aunque me presentaba a su acompañante como amigo, era realmente otra cosa. Notaba el brillo de su mirada, pero entonces no era ya el momento. Nunca le pregunté por su amiga. Hubiera sido una descortesía imperdonable. Aunque sospecho que tampoco sabía nada de ella.

El soplo del deja vú no para de sonar entre las velas. Hay quien dice que la historia es cíclica. Veremos a ver.

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