martes, 6 de agosto de 2013

Sudario en la encrucijada

Lo primero que me asaltó hoy fue la tarea de matar un odio. Es algo que desgasta como no imaginaba, y creo que además, es una guerra perdida. Será difícil evitar que el rencor anide, aunque ya vea que había una venda que me cegaba y no me dejaba reconocer lo que tenía delante. Pese a intuirlo en varias ocasiones. Sí, en este caso, también ha cantado la gallina, de un modo cínico y caprichoso, y ahora se revela la impostura en todo su esplendor. Procuraré que ese descaro sin respeto de niña caprichosa no me atraiga a zonas de revancha, pero es tarea titánica.

Afortunadamente, he recuperado el contacto con alguien que siempre me hace sonreir...al menos. Es un soplo refrescante, y que aporta estabilidad, serenidad y dosis muy apreciables de perversidad. Me agrada muchísimo encontrarla de nuevo, y seguir sonriendo. Al menos.

Todo esto en una jornada marcada como encrucijada de carácter. Hoy es el día escogido para templar mi temperamento ante el espejo. Es un juego realmente, pero tuvo un desenlance totalmente inesperado. Obtuve la explosión de adrenalina que preveía, las sensaciones, en mayor o menor medida, esperadas, y confirmación de la esencia de mi personalidad, aunque ciertamente no lo necesitaba.

Mas tras la explosión, exhausto sobre ese sillón, me cubrió un sudario de pena. Una pena ligera, difuminada, como una niebla, me envolvió durante un larguísmo rato. Quisieron ayudarme, y sólo atiné a responder que no podían hacerlo. Nadie podía.

Reconocí punto por punto las fases que sentí muchos años atrás, ante una situación emocionalmente similar. Pese a tener en mi mano o a su alcance todo, absolutamente todo lo que realmente deseo, me sentí vacío, inerte, provisional...una suerte de punto y final para cierta parte de mi. Y el comienzo de cosas nuevas.

No sé cuales serán, ni cómo, ni aún que es lo que indefectiblemente va a quedar para siempre atrás. La pesadumbre se ha evaporado, y pese a que al sacar un disco al azar en el camino de vuelta, salió ese de Bill Evans que me desmonta pieza por pieza (por cierto, cuantas veces aquellas que me dijeron que soy impenetrable me han tenido totalmente abierto para penetrar hasta donde quisieran mientras escuchaba este disco. No supieron ver). Y curiosamente, la pena se ha disipado. Va a volver,sí, pero no me encontrará ya del mismo modo.

Y ahora, me voy a tomar una copa. Naturalmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario