viernes, 23 de agosto de 2013

La columna del Honky

El sms me citaba allí. El Honky. Hacía tantos años que no lo visitaba. La última vez también fue un verano. Lo recuerdo con suma nitidez. También estaba citado entonces, pero llegué demasiado tarde. Sí, la puntualidad nunca ha sido uno de mis fuertes.

También recuerdo que bajé las escaleras despreocupado. Como ayer. Aunque ese día había mucha más gente. Al llegar al sótano, vi a la banda que tocaba y el mar de cabezas que más o menos les seguían. No me di cuenta al principio, pues era otra cara la que buscaba, y sin compañia, aunque esa pareja me llamó la atención. Destacaban, aunque no se les veía el rostro. Paseé la vista por todo el lugar, y no encontré a quien debía estar esperándome. Fue entonces cuando volví a pasar la mirada por la columna, y mis ojos se cruzaron con otros que me observaban, fijamente.

Se estaba besando con aquel tipo, no podía ver su boca, pero la reconocí al instante. Fue una situación extraña. Besaba a uno pero sus ojos eran para mi. No supe que hacer. Y no hice nada. Transcurrió un minuto largo, o dos, que me parecieron eternos, y no acababa ni la mirada ni el beso. Por fin se separaron brevemente, y ella cerró los ojos. En ese momento me di media vuelta para salir de allí. Giré la cabeza al doblar las escaleras y la mirada se volvió a encontrar. Permaneció fija mientras comenzaba a subir. Llevaba un vestido de esos que le sientan tan bien, pero claro, es que todo le tan sienta bien.

Mientras seguía, ya sin mucho interés, buscando por la planta alta a mi cita, recordé en un flash las otras dos veces que nos vimos.  La primera, aquella tarde de otoño, a la salida de clase, en el garito de Galaxia donde tenía entonces el cuartel general. Yo estaba en mi rincón preferido de la barra, charlando de música con el camarero(no sé por que recuerdo con claridad lo que hacía), y entró con su abrigo largo oscuro. Alta, elegante, pelo negro ondulado, largo, ojos claros y guapa, muy muy guapa. Iba buscando a alguien. Se encontraron las miradas, y ella dejo de buscar y yo de hablar. Hizo ademán de irse, pero se quedó y se acomodó al pie de una de aquellas mesas de marmol altas que tenía el local. Nos seguíamos mirando.

Traté de proseguir la conversación con Luis, pero no, yo estaba en otro sitio.

Se percató y me dijo "¿Por qué no te vas a hablar con ella?  A mi no me haces ni puto caso".

Soy tímido, y entonces....bueno, entonces lo era exageradamente, pero no lo pensé dos veces.

No recuerdo que le dije, tan sólo que me contestó que había quedado. Y yo me sorprendí a mi mismo respondiendo. "Da igual, vente a tomar algo conmigo".

Me miró, intensamente, y de nuevo amagó con marcharse, pero a la vez abrió el abrigo, y pude ver su vestido, le sentaba muy bien, pero claro, es que con un cuerpo así todo sienta muy bien. Me volvió a decir que había quedado, que debía irse, pero se quedaba. Así más de media hora, charlando entre breves intentos de escapada. De repente, miró el reloj, se cerró el abrigo y se encaminó a la puerta.

"Lo siento, de verdad, me tengo que ir. Me quiero quedar contigo pero he de irme"

"Yo estoy aquí a menudo. Me podrás encontrar con seguridad, o le preguntas a los de la barra por mi"

Asintió y se fue. Me quede viendo su figura alejarse mientras giraba la cabeza de vez en cuando, con una sonrisa.

Sin embargo, poco después dejamos de frecuentar ese local. En una de las raras ocasiones que volví por allí, Luis me dijo que había preguntado por mi aquella morena tan guapa que había dejado escapar. Dejado escapar, claro, es que a él no se le escapaba ninguna. Pensé que nunca la volvería a ver.

Pero poco después de nuevo, de madrugada, en un semáforo de la calle San Francisco de Sales (no se porque narices me acuerdo del nombre de la calle, del semaforo y de todos los que venían conmigo), paré al lado de otro coche que esperaba detenido. Miré a la derecha y...joder. No puede ser. Los ojos claros de ella volvían a estar fijos en mi. Empezamos a reirnos. Nadie se dio cuenta, ni sus compañeras ni los míos. Hasta que se puso el semáforo en verde, y no arrancamos. Seguimos mirándonos. Uno avanzaba un metro y paraba y el otro le alcanzaba, y proseguían las miradas y las risas. Y así un rato largo.

"¿Que coño haces, tío? , venga  vamos que ya está en verde"

Y allí seguíamos. Hasta que el tráfico nos obligó a continuar la marcha. Ibamos de nuevo a sitios diferentes. Y ya no nos volvimos a encontrar.

Hasta aquella noche en la columna del Honky.

Años después nos cruzamos por la calle. Ella iba con una compañera de trabajo, y yo llegaba tarde a una entrevista. No me fijé en sus caras al principio, sólo en aquellas dos chicas que venían con un uniforme. A una le sentaba tan bien. Tan estupendamente bien. Al pasar a su lado, ésta me dijo "Hasta luego". Alcé la vista y....sí, joder, era ella. No acerté a responder, y cuando me di cuenta, ya había cruzado la calle (También la recuerdo, la calle Princesa). Era verano, el vestido que llevaba era ligero, y le caía su deliciosa melena negra sobre los hombros. Y sí. Le sentaba muy muy bien.

Ayer, al bajar por las escaleras, me fijé en la columna. Pero esta vez  no estaba.


Mi cita de ayer me dijo, con cierta malicia

"¿Que harías tú aquella noche aquí que te acuerdas tanto?"

"Pues en esta ocasión lo recuerdo por lo que no hice",  respondí.

Anoche, sólo la columna seguía allí.

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